DIME
QUE TE DUELE Y TE DIRÉ POR QUÉ
El
hemisferio izquierdo de nuestro cerebro asume las funciones
de
orden racional tales como leer, hablar, contar, pensar, analizar una
situación y establecer asociaciones; se relaciona con el pensamiento
lógico y corresponde a nuestro aspecto emisor masculino o Yang;
controla la parte derecha de nuestro cuerpo.
El
hemisferio derecho gestiona las informaciones afectivas
y
emocionales; nos permite reconocer globalmente una situación y
atribuirle
un colorido emocional y sensitivo; se relaciona con nuestra
imaginación, nuestra intuición y participa en la actividad onírica;
corresponde a nuestra parte femenina o Yin; rige la parte izquierda
de nuestro cuerpo
El
intercambio de información entre los dos hemisferios y la conclusión
que de ello resulte, determinarán nuestra forma de actuar. Sin
embargo, la información que llega a nuestro cerebro derecho es
determinante.
La
memoria emocional del cerebro límbico contiene la respuesta a muchas
causas de malestares y enfermedades (Ej. Hemisferio izquierdo: “Mi
madre me ha dejado sola con mi padre”. Hemisferio
derecho:
“Me siento abandonada”).
El
papel principal del cerebro límbico es garantizar nuestra
supervivencia evitando hacernos revivir experiencias consideradas
desagradables y haciéndonos revivir las que se consideran buenas y a
repetir.
El
problema fundamental del cerebro límbico es que no piensa, no
diferencia entre lo real o imaginario sino que sólo le importa lo
que siente; no posee el discernimiento necesario para ver qué
experiencias a evitar que podrían ser favorables para nosotros y
cuáles a repetir pueden, sin embargo, repercutir perjudicialmente
sobre
nuestra salud. El miedo a cualquier peligro hace que se cierre
automáticamente porque reacciona a todo lo que pueda parecer una
amenaza para nuestra supervivencia.
El
inconsciente no diferencia entre una imagen exterior o interior y el
cerebro límbico reacciona a estas imágenes clasificándolas como
experiencias a renovar o a evitar. Esto nos lleva de manera
inevitable a protegernos continuamente. Como nos da miedo a sufrir,
cuando nos sentimos amenazados ponemos en
marcha
mecanismos de protección.
Enfermarse,
sentirse desgraciado o encontrarse en una situación desagradable no
es una cuestión de mala suerte ni una casualidad o un castigo
divino; no es más que el resultado de sintonizarnos con determinada
frecuencia. Solo hay que cambiar de frecuencia negativa a una
positiva para que el malestar, el dolor o la enfermedad desaparezcan,
para transformar una situación difícil o para mejorar nuestra
relación con los demás.
En
cada momento creamos nuestra realidad mediante los pensamientos que
sintonizamos, las palabras que pronunciamos y las elecciones que
hacemos. Cuanto más ampliamos el campo de nuestra conciencia, más
podemos intervenir para transformar favorablemente nuestro mundo y
mejor podemos gobernar nuestra vida.
Ejemplos
de palabras que crean nuestros problemas y por tanto debemos anular y
en su defecto utilizar otras nuevas: “siempre tengo que
contenerme” crea el síntoma de estreñimiento y se debe utilizar a
cambio “cada vez soy más yo misma”; “no puedo sentirlo” crea
la sinusitis y es preciso utilizar “aprendo a acogerlo”; “tengo
la impresión de estar estancado” crea dolor de pies y utilizar
mejor “busco el paso que tengo que dar”; “el agua me engorda”
da por síntoma la obesidad y en cambio hay que utilizar “el agua
elimina mi exceso de grasa”; y así sucesivamente.
Hay
que acoger a las emociones y no enfrentarse a ellas o provocarlas: no
hacemos que las flores crezcan tirando de ellas. Hay que intentar
encontrar la emoción o sentimiento en la cual nos hemos quedado
atascados: duda, abandono, desvalorización, etc. o una mezcla de
varios de ellos. El ser responsables significa
reconocer
que somos los creadores de lo que vivimos. Esto supone aceptar y
reconocer que nuestros pensamientos, sentimientos, actitudes o las
lecciones que debemos integrar en nuestro camino evolutivo, han dado
a lugar a las situaciones felices o desdichadas que hemos encontrado
en nuestra vida o que vivimos actualmente.
Pero
por sobre todo debemos hacer cosas que nos aporten alegría y con las
que pensamos empleamos bien la vida; prestar atención a nuestras
necesidades y a nosotros mismos; dejar que se vayan todas las
emociones negativas que podamos encontrar en nuestro interior;
cultivar imágenes positivas en nuestra mente; proponernos objetivos
entusiastas; descubrir lo que realmente queremos hacer;
encontrar
maneras de expresar el amor; amarnos y amar a los
demás; crear relaciones en las que se tenga cabida el juego,
la
diversión y el amor; curar todas las relaciones traumáticas
de
nuestro pasado, especialmente las tenidas con los padres
y
familiares; decidirnos a consagrarnos al bienestar y a la
felicidad;
aceptarnos y aceptar todo lo que hay en nuestra
vida
como una oportunidad para crecer y progresar; aprender
a
sacar lo que se puede de cada experiencia; y avanzar con
sentido
del humor.
Del libro La Metamedicina
Efrén Alec Calderón
Psicólogo,
Psicoterapeuta, MD Bioenergético y Holístico,
Psiconeuroinmunólogo
Ph.D
Comentarios