Cada vez que comemos, los nutrientes de los alimentos pasan a nuestros vasos sanguíneos desde los intestinos; a continuación los glóbulos rojos transportan los nutrientes a los entre sesenta y cien billones de células de nuestro cuerpo.
Cuando esta llegada de nutrientes se interrumpe, el cuerpo entra
en estado de inanición.
La ciencia convencional de la nutrición insiste en que debemos ingerir un número equilibrado de nutrientes a fin de prevenir la inanición. Por
tanto, se aconseja hacer tres comidas al día que proporcionen el aporte calórico necesario para la actividad diaria.
Todo
eso está muy bien, pero un flujo tan constante de nutrientes, de hecho, inhibe la activación de la autofagia y a la larga contribuye a la acumulación de proteínas defectuosas y de basura dentro de
nuestras células.
Le hemos dado poca importancia a esta idea porque hasta
hace muy poco desconocíamos el daño que provocan las células tóxicas y estreñidas. Siempre hemos sabido que saltarse una comida o dos no conduce a una muerte inmediata. Pero ahora también sabemos que un poco de hambre hará que se pongan en marcha las plantas de reciclaje que hay en el interior de nuestras células.
Se ponen a trabajar sintetizando nuevas proteínas a partir de
proteínas defectuosas. En otras palabras, el cuerpo tiene la habilidad de regenerar las células durante la inanición.
Uno de los resultados de este proceso es que se retiran las proteínas defectuosas y se usan como combustible para crear nuevas proteínas.
Es un sistema ingenioso.
Las células simultáneamente se desintoxican y recargan energía.
Sobra decir que si se nos negara alimento durante un periodo prolongado ya no quedaría material que reciclar y moriríamos. La clave es tener sólo el hambre suficiente para detonar el mecanismo de reciclaje de nuestrocuerpo, hacer un poco de ayuno.
A lo largo de la historia los seres humanos se han esforzado por combatir la escasez de alimentos. A pesar de hambrunas, las glaciaciones y otras amenazas al abastecimiento de comida,
hemos sobrevivido hasta la fecha.
Las investigaciones recientes en el campo de la ciencia biológica nos enseñan cómo fue posible esto.
Durante periodos de inanición crónica, la autofagia se activa
y las proteínas se reciclan gracias a la labor de las enzimas rejuvenecedoras. Una vez la basura ha sido eliminada
dentro de nuestras células, y con el reciclado de proteína defectuosa que se convierte en buena, nuestras mitocondrias generan más energía.
La energía y la fuerza latentes en nuestro organismo se liberan gracias a un poco de hambre, un hambre que sostiene esa fuerza vital tan poderosa de la que no somos conscientes.
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