Los síndromes autoinmunes múltiples ocurren cuando un individuo desarrolla tres o más trastornos autoinmunes.
El MAS (múltiples autoinmune síndrome) se divide en tres tipos Se clasifican por el tipo de enfermedad autoinmune y la asociación entre sí.
El síndrome autoinmune múltiple es una combinación de 3 trastornos autoinmunes.
El tipo I implica enfermedades que contienen un único mecanismo patogénico.
El tipo II incluye trastornos inflamatorios que pueden tener un impacto sistémico, como la tiroiditis de Hashimoto, el síndrome de Sjogren y la artritis reumatoide.
El tipo III involucra un grupo de enfermedades autoinmunes que tienen ciertas mutaciones genéticas en común. Estas enfermedades pueden incluir Hashimoto, Sjogren, enfermedad de Addison, diabetes tipo I, lupus y anemia perniciosa.
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Sin embargo, los factores asociados con el desarrollo de MAS van más allá de la genética.
Las infecciones, factores inmunológicos, desencadenantes ambientales y factores psicológicos también pueden desempeñar un papel en el desarrollo de una o más enfermedades autoinmunes.
La salud intestinal es fundamental cuando se trata de bienestar autoinmune. Dado que más del 80 por ciento del sistema inmune reside en el intestino, cuando comienza a reaccionar de manera exagerada, a menudo está vinculado a desequilibrios intestinales. Comer de forma saludable para reducir los anticuerpos y la inflamación es esencial para el tratamiento de los trastornos autoinmunes, especialmente cuando hay múltiples afecciones autoinmunes.
Los trastornos autoinmunes múltiples tienen un fuerte componente genético, que también puede indicar que las tendencias de salud intestinal se pueden heredar de la familia y no solo del estilo de vida o la dieta. Aun así, aunque algunos elementos están sellados con la genética, aún existen numerosas variables que se pueden controlar con dieta, estilo de vida e intervención terapéutica.
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La salud intestinal es fundamental cuando se trata de bienestar autoinmune.
El intestino es el hogar de más del 80 por ciento del sistema inmunitario, incluidos organismos específicos que en realidad pueden ayudar a modular la inmunidad. Cuando la salud intestinal está comprometida o es inestable, la autoinmunidad puede continuar sin control. Independientemente de otras intervenciones terapéuticas, la autoinmunidad no se estabilizará hasta que el entorno inmune ya no se propague.
Los protocolos para equilibrar la salud intestinal y controlar las reacciones autoinmunes pueden variar de alguna manera dependiendo de la enfermedad específica, pero los principios clave siguen siendo los mismos.
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Eliminar disparadores
Para comenzar la reparación de la salud intestinal, los desencadenantes deben ser eliminados. Pueden variar desde alergias alimentarias a exposiciones químicas a sensibilidades a toxinas, así como factores de estilo de vida que son agravantes (como fumar, ingerir alcohol y tener malos hábitos de sueño).
Los intentos de restablecer la homeostasis o el equilibrio primero deben comenzar eliminando a los principales delincuentes. El trabajo de reparación será ineficaz si los factores estresantes aún están activos y presentes.
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Reparar daños
Incluso después de que se eliminen los desencadenantes, es necesario reparar el daño en todo el tracto digestivo y en otras partes del cuerpo donde la autoinmunidad ha corrido desenfrenada. El sistema digestivo responde bien para apoyar los esfuerzos de reparación, y el protocolo de curación incluye nutrientes que estimulan la producción de ácido estomacal (mejorando la digestión y la absorción de nutrientes), así como nutrientes que reparan las paredes intestinales permeables y promueven la eliminación adecuada.
Restaurar nutrientes
Una vez que se eliminan los desencadenantes y se repara el daño, las reservas de nutrientes que se agotaron durante las erupciones autoinmunes deben restablecerse para encontrar el equilibrio una vez más. Es después de esta fase que algunos pueden entrar en remisión a partir de uno o más trastornos autoinmunes. La mayoría de los que tienen enfermedades autoinmunes siempre deben vivir un estilo de vida preventivo o restaurador para evitar futuras recaídas.
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