El juego de la culpa es por cierto parte de la amargura y el
resentimiento continuos.
La persona que siente amargura casi siempre
cree que el otro tiene la culpa. Puede ser el cónyuge que cometió
adulterio, la suegra que insistió en el divorcio, el padre abusivo o
el jefe irracional.
A veces la gente le echa la culpa a Dios. La
persona amarga de veras siente que Dios tendría que haber impedido
que el esposo se fuera, que el padre fuera abusivo, o que el fuego
destruyera la casa. El hecho de rumiar las injusticias del pasado
hace que el sentimiento de injusticia se haga permanente. Y como
habrá más circunstancias negativas adicionales luego de tal
divorcio, abuso, incendio, y demás, la sensación de injusticias se
hace más profunda. La persona llena de amargura suele decir:
• «
Yo no merecía esto».
• « No tendría que haberme pasado a mí».
• « Esto no es justo». La persona resentida suele decir:
• «
Yo merecía tal cosa buena, pero se lo dieron a otro». La «cosa
buena» puede haber sido una recompensa, un ascenso, un aumento, o
cualquier otro reconocimiento visible y de valor.
• « Nadie
aprecia lo que soy o lo que hago».
• « Trabajo demasiado y me
pagan poco».
He tenido muchos pacientes que vienen a verme con
dolencias emocionales, físicas, o depresión. Dicen:
• « Si mi
compañero de trabajo no me hubiera delatado por llegar tarde, mi
jefe no me habría despedido». No importa que esta persona llegara
tarde 90 días de cada 100.
• « Si mi profesor me hubiera tenido
simpatía, yo no habría fracasado en el curso, ni hubiera tenido que
graduarme más tarde, lo cual significó que debí enrolarme en el
ejército, y sufrir la guerra, por lo que jamás pude terminar mis
estudios universitarios, y por lo que mi vida se arruinó . No
importa que esta persona no fuera buen estudiante, que no asistiera
las conferencias, o que no entregara los trabajos que se le pidieran.
• « Si mi cónyuge no se hubiera divorciado de mí, yo habría
tenido una vida maravillosa». No importa que la vida con ese cónyuge
distara mucho de ser maravillosa.
La gente que juega el juego de la
culpa no solamente culpa a otra persona por un fracaso o eventos del
pasado, sino que sigue culpando a la persona por los fracasos y
experiencias negativas del presente.
Mucho después de que el ofensor
haya tenido un papel directo en la vida de esta persona, seguirá
señalándolo y diciendo:
«Todo lo que salga mal en mi vida será tu
culpa».
Oí una entrevista en las noticias de un hombre que había
matado a golpes a su esposa. No se hacía responsable de sus
acciones, diciendo: «ese día se portó demasiado mal».
Los que se
vuelven expertos en el juego de la culpa llegan a ser
psicológicamente dependientes de la persona a la que están
culpando. Se perciben a sí mismos como incapaces de arreglar o
cambiar una situación dolorosa. Esta falta de poder abre a la
persona a la depresión.
Don Colbert –
Emociones que Matan
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