" FIJE
SU PENSAMIENTO EN LA RIQUEZA Y ELLA VENDRÁ SIN FALTA "
Cierto
día vino a conversar conmigo un hombre de negocios. Estaba desolado.
Profundos surcos en la frente indicaban claramente el resultado de su
balance financiero. El desánimo lo había invadido de tal forma que
no hallaba ninguna salida para sus negocios.
-Soy
un derrotado- me confesó.
-Si
usted quiere, subirá nuevamente- le aseguré.
-Ya
lo intenté tres veces, y tres veces fracasé.
Recordé,
en ese momento, las palabras de Emerson, cuando dijo que el hombre
es aquello que piensa el día entero. Además, el profeta David
ya había afirmado la misma cosa hace 4 mil años. "Aquello
que el hombre piensa con todo su fervor, eso es él".
Este
comerciante permitió que la impresión negativa de su primer
fracaso se apoderara de su mente, de tal manera que, cuando
intentaba un nuevo emprendimiento, ya lo hacía con el pensamiento
fijo en el fracaso anterior. Una voz íntima le decía al oído: Es
inútil, tú no sirves para eso. Fracasarás nuevamente. Cumplíase
en él la ley de la acción y reacción.
El
pensamiento es la acción y la respuesta del subconsciente es la
reacción.
Le
recordé el viejo proverbio según el cual cada uno cosecha lo que
siembra. ¿Qué sembraba constantemente aquel señor? Nada más que
pensamientos de fracaso e incompetencia.
Es
importante notar que el subconsciente no selecciona los pensamientos
así como la tierra no selecciona las semillas que en ella son
arrojadas. Nunca piense en el fracaso. Arroje al polvo del pasado
toda y cualquier experiencia negativa. Si tuvo algún negocio que no
le fue bien, encárelo apenas como un episodio que encierra la
simiente de un beneficio mayor. No existe motivo para perturbarse,
cuando usted cree que todos los caminos lo llevan definitivamente
hacia el éxito.
Convénzase
que la distancia entre el fracaso y el éxito, entre la victoria y
la derrota, es mínima. Se torna fácil, por tanto, salir de la
derrota y pasar a la victoria. Preste atención en la próxima
carrera automovilística de fórmula uno y verá que la distancia
entre el vencedor y el perdedor es apenas de uno o dos segundos. Vaya
a una carrera de caballos y verá que el caballo tal ganó apenas
por una cabeza, un pescuezo o una oreja. En la copa del mundo de
1978, realizada en la Argentina, este país salió campeón del
mundo, aunque el Brasil había alcanzado el mismo número de
puntos.
Lo
que quiero decir con esto es que, si hoy usted está, en las malas,
no se juzgue un condenado, un incapaz, un pobre infeliz, pues usted
está apenas a un paso de los hombres de éxito. Siga adelante, por
lo tanto.
Siga
adelante.
Las
puertas de la riqueza y del éxito continúan abiertas para usted.
Si hoy le va bien, a partir de ahora usted comienza a ser un
vencedor, siempre que los pensamientos de fe en el éxito estén
electromagnetizados por el entusiasmo y por la certeza de la
victoria.
Aquel
hombre, cuya historia conté hace poco, me preguntó: – Pero, ¿cómo
puedo pensar en el éxito si soy un fracasado? Yo le manifesté que
cuando alguien está con dolor de cabeza no debe esperar que le pase
el dolor de cabeza para, entonces, sacarse el dolor. Si alguien
está con dolor de cabeza, nada más obvio que usar el poder curador
existente en lo íntimo de cada uno(o un remedio) para hacer pasar
el dolor.
El
fracaso debe ser encarado de inmediato como un hecho pasado: hoy ya
es otro día y ahora debe sentirse sumergido en la abundancia, en la
riqueza, en el éxito.
No
hay carencia para quien está sumergido en Dios, que es la riqueza
infinita.
Sugerí
a aquel hombre que orase todos los días, varias veces lo siguiente:
"Dios
es mi socio y ahora estoy progresando maravillosamente. Soy guiado
divinamente en los negocios y la Riqueza Infinita me provee de todo
lo que necesito para pagar las cuentas y prosperar abundantemente.
Muchas gracias. Muchas gracias".
WilliamJames, gran sicólogo norteamericano, dijo lo siguiente:
"En
casi todo objetivo, nuestro entusiasmo por él nos librará de
malograrlo. Si nos interesamos bastante por un resultado feliz,
nosotros, con certeza, lo alcanzaremos. Si queremos ser ricos,
seremos ricos; si queremos ser buenos, seremos buenos. Sólo tenemos,
entonces, que desear realmente tales cosas, y no querer, al mismo
tiempo, con igual vehemencia, una centena de otras cosas
incompatibles".
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Lauro Trevisan
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